7/1/08

¡ENHORABUENA, DGT, Y GRACIAS!

Concluido 2007, la DGT presentó su balance anual y —como no me duelen prendas— quiero darle la enhorabuena… y las gracias. ¡Hala, que no se diga que sólo me gusta criticar!

Empezaré por la enhorabuena. Para mí, hace tiempo que la DGT se esfuerza en dar la impresión de que su principal y casi único objetivo —muy plausible, por cierto— es lograr que nos matemos menos, y para conseguirlo sigue dos líneas de actuación: una blanda (pedir que así lo procuremos) y otra dura (acosar y amedrentar a los conductores para estimularnos a hacerlo).

En cuanto al objetivo, sea porque ha habido más suerte, porque nos hemos esmerado más, porque hemos sido muy bienmandados, porque empezó a notarse cierta crisis y nos movimos algo menos... o por una feliz combinación de todo ello, el hecho es que el descenso del número de fallecidos en 2007 fue notable, luego si nos fijamos exclusivamente en el dato, lo dicho: ¡enhorabuena, DGT!

Y respecto a las líneas de actuación, la blanda ha consistido en bombardearnos con campañas mediáticas, y la dura..., veamos: A los conductores se nos hurta por completo —y por ley— la presunción de inocencia; se nos vigila incluso mediante procedimientos que en cualquier otro ámbito de la vida se considerarían inadmisibles violaciones del derecho al anonimato y a la intimidad; llegado el caso, se nos exige ser delatores; aduciendo que el mal comportamiento de unos pocos obliga a ello, se dictan normas generales cada vez más restrictivas y difícilmente justificables; se aprueban sanciones draconianas..., y aunque podría alargar la lista de logros, creo que con eso basta para volver a felicitar a la DGT e incluso para que pueda exclamar: ¡misión cumplida!

Por lo tanto, vista así, la cosa es como para que los protagonistas del artículo "SONRISAS Y LÁGRIMAS" que publiqué el 13/12/07, se sientan satisfechos. Sin embargo, no impide que algunos maniáticos impertinentes y aguafiestas sigamos obstinados, por ejemplo, en que lo realmente indicativo es el número de accidentes e incidencias, pues el de víctimas y su gravedad —más de una vez lo he destacado— depende, entre otras, de concausas tan aleatorias como la ocupación de los vehículos implicados, la rapidez y eficacia de las asistencias, e incluso el azar. Pero, claro, lo bueno de los datos es que se pueden interpretar según convenga.

Además, a esos recalcitrantes también nos da por tener serias dudas acerca del alcance, eficacia y finalidad de las campañitas mediáticas (en un próximo artículo razonaré lo que creo que son en realidad y por qué creo que se hacen), y eso sin hablar de infraestructuras ni de ciertas convicciones que tenemos, como que para la seguridad, educar sería mejor que castigar, y que más valdría evitar que los malos conductores consiguiesen el permiso de conducir, que limitarse a retirar temporalmente de la circulación sólo a los pocos malos conductores que se detectan.

Por último, puestos a objetar, los más contumaces llegamos al extremo de proclamar que con nosotros, el éxito de la línea dura es relativo, pues en mi caso —el que mejor conozco…—, me siento acosado (mucho) y asqueado (muchísimo), pero en absoluto amedrentado.

Ahora paso al agradecimiento. Confieso que lo mío con la conducción fue auténtica dependencia. Al ver el anuncio de BMW que preguntaba "¿Te gusta conducir?", yo exclamaba: "¡Sí, sí, muchísimo!". No pasaba día sin conducir… y además, bastante. La menor disculpa era suficiente, y si no había ninguna, lo hacía porque sí, por el placer que me reportaba. Ah, y aunque sabía disfrutar con cualquier cosa que tuviese motor y ruedas, elegía mis vehículos por sus prestaciones.

Pero eso era cuando se podía conducir bien, y con esa expresión me refiero a cuando conducir bien era hacerlo con sensatez y sentido común, concentrado y atendiendo a lo que es debido —¡la circulación!—, en vez de hacerlo obsesionado por descubrir radares-trampa y no transgredir normas que, como mínimo, me parecen arbitrarias.

Luego, durante una etapa en la que parodiaba el anuncio diciendo: "Si te gusta conducir, ¿para qué quieres un BMW…?", acepté que los cochazos están bien para que al publicar sus pruebas se facilitase como dato importante el "coeficiente de frustración" que puede proporcionar su uso legal, y para que personalidades y altos cargos se pasen las limitaciones por el forro… del embrague, pero como no encontraba ni encuentro placer alguno en dejarme llevar por un automóvil sobradísimo, teniendo como principal misión controlar sus posibles excesos, busqué consuelo en vehículos cuyo limitado potencial hacía que conducirlos bien no sólo fuese posible y satisfactorio, sino necesario para mantener un ritmo adecuado.

Y últimamente, al recordar el anuncio, pienso: "Sé que me gustaba, pero ya no estoy seguro, pues rara vez tengo ocasión de comprobarlo". Ahora paso días y días sin conducir; de hecho, procuro hacerlo lo menos posible, y pensar en un viaje largo basta para ponerme de mala leche. Como consecuencia, supongo que estoy perdiendo facultades, lo que debería preocuparme desde el punto de vista de la seguridad, pero como el que evita la ocasión, evita el peligro, y paso mucho menos rato conduciendo, pues lo uno se compensa con lo otro.

Por supuesto, ese degradante proceso empezó resultándome cabreante y frustrante, pero con el tiempo asumí que era inexorable… y ya hasta disfruto, sobre todo calculando lo que ahorro en coches, seguros, impuestos, combustible e incluso reparaciones (por ejemplo, siempre bautizo mis vehículos procurando asignarles nombres adecuados, y tengo un Córdoba TDI al que no en vano llamo "Cabrón", que desde hace más de dos años se le sale la 5ª. Antaño, eso me habría supuesto un serio disgusto y una abultada factura, pero hogaño ni me planteo repararlo porque, ¿qué falta me hace…?). Ah, y para colmo, tengo la satisfacción de contaminar poquito. ¿Se puede pedir más?

Resumiendo: No puedo felicitar a la DGT por lo que me ha hecho —o quizá fuera más exacto decir por lo que ha hecho de mí—, pero al menos en lo económico, puedo y debo darle las gracias. Sí señor, ¡y muchas!

EPILOGO: ¡En fin, Pilarín, se acabó 2007! En cierta medida, que 2008 sea más o menos feliz depende de nosotros, pues al ser año de elecciones, habrá un momento para decidir... y cuatro años —o incluso toda la vida— para arrepentirse, así que, por favor, piensa bien lo que haces.

1 comentario:

Su dijo...

Je je, eres el único que consigues arrancarme una buena sonrisa a las 8 de la mañana. Feliz año y que tu Cordoba te dure...otros 10 o 12 años mas...total....